jueves, 22 de diciembre de 2011

Capítulo 2



<< -¿No hay nada que te haga feliz? Tienes la extraña costumbre de desaparecer cuando te estoy diciendo la  verdad, de ocultar tu belleza al mundo. Tienes tanto que aprender... Déjame enseñarte a volar. Déjame estar contigo.
-Sabes que nunca volaré, sabes que nunca me enseñaré nada, sabes que desaparecer es lo único que me hace sentir bien. No quiero escuchar tu verdad, no quiero escuchar nada. No puedo...
Gritando, llorando, luchando contra su naturaleza, Caroline desapareció. Se fue, como si nunca hubiese existido. Sus preciosos rizos dorados, sus ojos grises, todo había desaparecido. Y como si de una película se tratase, Mark cayó al suelo de rodillas y lloró. Lloró como un niño pequeño, lloró y lloró y continuó llorando. El amor de su vida se acababa de ir y esta vez lo había hecho para siempre, lo sabía. El mundo había dejado de tener sentido para el y aun con el rostro empapado por las lágrimas le apeteció dejar de vivir. Se levantó, no era el quien actuaba, era su cuerpo por que el ya estaba muerto, muerto por dentro. El duro frío le calaba los huesos, las olas golpeaban las grandes rocas, el viento le hacía perder el equilibrio.
-Lo siento... Caroline... Te... te amo.>>


Fin. Otro libro mas pero, es especial. Ha llorado, le ha impactado el final del libro. No, no es "Algún principio alternativo", ese lo terminó a principios de Noviembre. Sigue llorando, un libro de 1569 páginas, un libro de amor, un libro que le ha llegado a lo mas hondo de su corazón. La complicidad de los personajes, Caroline y Mark...
"Se amaban" piensa, "Se amaban y se odiaban, imperfectos, irreales, autenticos..."


Habían pasado dos meses desde el día en que decidió que el naranja era su color ideal de uñas, dos meses desde que su reloj naranja pensara que pararse en la hora doce y trece minutos era lo correcto para hacer feliz a Gloria. Dos meses desde su última sonrisa. Octubre había pasado y junto a el Noviembre.
Hoy era once de Diciembre y Gloria ya lo tenía todo preparado. Tenía dos grandes maletas llenas con todas sus cosas, una bolsa de mano con lo imprescindible y una foto.  La verdad, es que tenía tres fotos. La primera era con su abuela, Emma. En esa foto Gloria no tendría ni siete años, sonreía, algo extraño para ella. La segunda foto era de sus padres con ella en sus brazos, nadie sonreía, incluso se podría decir que Gloria estaba triste. 


"No sé qué hago con esta foto"


Y la tercera foto, era de un chico, un chico moreno de ojos grises, tan grises como la luna, un chico que una vez la hizo feliz y que ya no lo haría nunca mas. Se llevó la mano al pecho, un pequeño colgante en forma de corazón reposaba en el, lo abrió y de este salió una foto mas pequeña, recortada con la forma del colgante, detrás, había una inscripción 
"Nunca olvides que siempre estaremos juntas", giró de nuevo para ver la foto y se encontró con unas caras pequeñas y sonrientes, unas crías felices. 
Nerea le regaló el diminuto colgante cuando tenían once años y nunca se lo quitó. 
Dejó de mirar las fotos y miró su habitación, cerró la puerta y bajó las maletas una a una. 


Mientras se deslizaba sigilosamente por la gran escalera de mármol, Gloria pensaba que lo que estaba haciendo no era muy ético. Pero poco importaba pues no había nadie que pudiera delatarla. Fuera sonó el claxon del taxi, Gloria abrió la puerta y chocó con alguien.
-¿Dónde vas con esas maletas Gloria? ¿Qué estás haciendo?
Otra vez el claxon del taxi.
-Gloria... ¿Te vas?
Mas pitidos. Miró a Nerea, su cara mostraba confusión, la iba a volver a dejar, otra vez iba a hacerle daño. Sus ojos se encontraron.
-Me voy contigo.
-¿Qué?
-No voy a dejar que te vayas sola, yo también quiero vivir aventuras. 
-¿Y tu madre? ¿Y el internado? ¿Y toda tu vida Nerea, qué pasa con toda tu vida?
-¿Y la tuya Gloria?
El claxon del taxi volvió a sonar, el hombre bajó la ventanilla y soltó algún insulto que las dos chicas ignoraron. No tenían tiempo de discutir, Gloria aceptó. Se subieron al taxi y este las llevó a la estación. Tardaron dos horas en llegar. ¿Cúal era su destino? Gloria ya lo tenía todo pensado. Cogerían el tren hasta llegar a Francia, de allí cogerían un avión que las llevaría a Canadá, en Mont Trembland. Era una casa gigantesca con unas vistas increíbles. La casa era de sus padres, pero estos no la utilizaban, andaban demasiado ocupados para preocuparse por su única hija así que la casa la tendrían que tener olvidada, como si nunca hubiera existido.
-¿Qué tienes planeado Gloria?
-Primero compraremos los billetes.- Y así lo hicieron, se montaron en el tren donde pasarían casi un día entero y se relajaron en los cómodos asientos. La oscura noche cae sobre ellas sobre el tren y prácticamente sobre toda esa parte del mundo. Sentada junto a la ventanilla del tren que la está llevando lejos de su casa, Gloria no puede si no pensar en todo lo que dejará atrás. En frente suya una agotada y exhausta Nerea, descansa apoyada en su brazo. "No voy a dejar que te vayas sola, yo también quiero vivir aventuras. " Ella sabe que esa no es la razón de que su mejor amiga la haya acompañado y se culpa por no haber insistido mas.
 "Quizás esta no sea la mejor manera de olvidar" piensa, "pero no sabía como escapar de mejor manera." Nerea
¿Se daría alguien cuenta de lo que estaban haciendo? Sus padres nunca estaban en casa y ya estaba acostumbrada a eso. Las únicas noticias que recibía de ellos era por el día de su cumpleaños. Siempre le enviaban una simple tarjeta con un "Feliz cumpleaños, ya eres un año mas grande" y no le extrañaba que no pusieran ni su edad, no se acordarían y tampoco les interesaba. Pero no siempre fue así, años atrás Gloria disfrutaba de la compañía de su abuela. Entonces era feliz.  Emma, su única abuela -al menos que ella supiera- la había cuidado desde siempre. Era de familia rica, pero no actuaba como toda la gente de su posición, ella era afectuosa, cariñosa y amable. Ella era la que cocinaba o la que acostaba a Gloria, era la que le curaba las heridas cuando se hacía daño y también, era la que le contaba cuentos para que se durmiera. Por eso, el día en que Emma murió, fue cuando las cosas empezaron a ir de mal en peor.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Capítulo 1



<< Nadie dijo que fuera fácil. Todas las emociones, esos sentimientos absurdos... La gente se empeña siempre en escribir siempre el final de su historia. ¿Acaso se equivocan? A veces. Hubo alguien que escribió pequeños trozos que dejaba por acabar. Comenzó a desarrollar su historia por el final, y cuando intentaba volver a los trozos del principio, veía que eran tan cortos, que el simple echo de imaginar continuar con ellos, le provocaba náuseas.>>

Le encanta leer. En esos momentos es en eso en lo único que piensa. Por su cabeza, pasan los cientos, miles de libros que se ha leído en sus largos diecisiete años. Pero eso era normal, para ella, los libros representan gran parte de su vida. Mira el reloj, es bonito, es naranja... pero a la vez, tiene algo que no le gusta. Tal vez sea el horroroso "tic tac", o las dichosas manecillas que hacen que el tiempo pase, o quizás, sea que ya son casi las ocho de la mañana y tiene que ir al instituto.
No se viste rápidamente, porque ya está vestida. No ordena su habitación porque eso ya hace horas que lo ha hecho, al igual que su mochila que tiene todo lo que hoy le hará falta. ¿Y porqué? Porque se ha levantado a las cinco y media. Ya es una costumbre en ella. No se levanta para estudiar, ni tampoco para hacer deberes, no, ella lo ha hecho para leer. Esta vez el libro que lee, se titula "Algún principio alternativo". No sabe porqué lo compró, tal vez le impresionó su título, o a lo mejor la tapa. Éste se lo ha tomado con calma, quiere leerlo poco a poco. Le está gustando demasiado como para acabarlo en dos días.

"Pi pi pi pi" "Pi pi pi pi" Gloria se acerca a su mesilla de noche donde está su alarma y la apaga. Se queda mirando ese bonito y a la vez horrible reloj naranja. Las manecillas, al igual que antes, avanzan paulatinamente, no tienen ninguna prisa en robarte el tiempo, tampoco tienen intención, pero sin darse cuenta, lo hacen. Te lo usurpan , te lo quitan. Cada segundo te arrebatan un hálito de vida, pero ya es hora de irse al instituto así que coge todas sus cosas y sale de la habitación, no sin antes echarle un último vistazo. Sabe que dentro de muy poco no volverá a dormir en su cómoda cama jamás.


Que hayamos tenido un mal día, no significa que la vida haya dejado de merecer la pena Gloria.”

Para mi si... para mi, si...”

Es un recuerdo demasiado doloroso. Era una de las cosas que Gloria había enterrado en su memoria, no los había vuelto a sacar desde ese espantoso día. Y ahora, es entonces, cuando Gloria piensa en su abuela. No debería, pero lo hace, piensa en ella.

Cuanto hace ya que murió? Se pregunta. “¿Un año quizá?”

De lejos ve el internado ¿Qué decir de él? ¿Qué para ella es como una cárcel? ¿Qué es un sitio que te expropia siete horas al día, treinta y cinco a la semana? O a lo mejor, lo único que se puede decir en este momento de ese internado, es que toda la gente que hay ahí dentro, conoce su historia.
El edificio es de piedra y muy grande, mucha gente se queda allí todo el año. Es inmenso, tiene cuatro plantas y las de arriba son todo dormitorios. En ese sitio, solo estudia la gente rica o gente que tiene una beca.
Pasa por un gran hall y sube las escaleras tras enseñarle su carnet de estudiante al bedel. Llega a la cuarta planta y da unos golpecitos en la puerta.

-¡Llegaste! -Una chica de grandes ojos verdes y algunas imperceptibles pecas en la cara ha abierto la puerta. Su pelo casi rubio le llega por debajo de los hombros.
Lleva puesto un jersey de lana beige, unas medias negras y unas botas marrones.
Ella le da un abrazo. Se alegra de verla aunque no sonría, al menos está allí.

-Te he echado mucho de menos Gloria.

Gloria la mira, sabe que le ha hecho daño, aunque la chica intente esconderlo, sus ojos la delatan. Y sabe que nunca se perdonará haber hecho sufrir a su mejor amiga, a su única amiga, por que Nerea no se lo merecía. Así es, esa tímida chica de ojos verdes y pelo casi rubio se llama Nerea.

Lo siento...” Solo un murmuro, apenas audible, pero Nerea lo ha escuchado y sonríe, y la abraza antes de pasar a su primera clase del día.
Sentada al lado de Nerea, en la última fila, donde nadie les presta atención, Gloria no para de mirar a todos lados. Su clase es realmente extraña. A comparación con el resto del vetusto internado, esa clase es muy primaveral.
Mientras el profesor de latín explica la quinta declinación, Nerea le pasa un pequeño papel mal cortado y arrugado. Gloria lo abre y lo lee Hoy parece que le gusta combinar los calcetines con los pantalones, mira.” Ella obedece y escondiendo el papel en su estuche, mira atentamente al profesor.
Unos calcetines amarillos y unos pantalones de pana verdes claros. La pulla que emplea Nerea hace que una pequeña sonrisa asome en su pálido rostro.
Es la primera sonrisa sincera que Nerea ve en Gloria desde hace mucho tiempo.

Las clases terminan y todos los alumnos regresan a la planta número cuatro. En cambio Gloria, se despide de Nerea con un simple adiós y regresa a su lúgubre y solitaria casa. Sube a su habitación y abre las ventanas. Hace frío, el día es gris y para ser Octubre el invierno se adelanta. Se queda mirando el paisaje que se ve desde su gran balcón de piedra. Sin percatarse de ello, se encuentra tarareando una vieja canción, una canción que le hace volver a pensar en su abuela y como antes ha hecho, aparca ese recuerdo.
Cierra las ventanas de golpe, toda la casa está en silencio, como siempre. Va al baño, abre el tercer cajoncito del tocador y coge todos los pinta uñas que hay.
Media hora después, Gloria luce unas perfectas uñas de color naranja. No le gusta el naranja, no es su color favorito. No sabe porqué ha elegido ese color si nunca se las pinta, aunque tiene una vaga idea del porqué de su elección. Mira a su derecha, donde descansa su reloj naranja, el mismo naranja que sus uñas. Se levanta y apoya una uña pintada en el reloj. Si, comprobado, del mismo color. Suspira y se tumba en la cama y allí, tumbada en esa cómoda cama, con varios botes de pinta uñas de colores esparcidos por el suelo de su gigantesca habitación, Gloria se pregunta porqué no es feliz.

martes, 29 de noviembre de 2011

Prólogo

Gloria detestaba su nombre. 
Nunca le gustó y eso la ponía nerviosa. 
A sus diecisiete años ya actuaba como una mujer de cincuenta. Su pelo castaño ya no brillaba como antes. Los pardos luceros perdieron su felicidad, ya no eran chispeantes ni alegres. Unas grandes ojeras revelaban a la gente que se paraba a observarla, que no dormía apenas. 
Su rostro ya no reflejaba expresión alguna. Esa chica ya no era Gloria. Era una desconocida que hacía las cosas por pura costumbre.