martes, 29 de noviembre de 2011

Prólogo

Gloria detestaba su nombre. 
Nunca le gustó y eso la ponía nerviosa. 
A sus diecisiete años ya actuaba como una mujer de cincuenta. Su pelo castaño ya no brillaba como antes. Los pardos luceros perdieron su felicidad, ya no eran chispeantes ni alegres. Unas grandes ojeras revelaban a la gente que se paraba a observarla, que no dormía apenas. 
Su rostro ya no reflejaba expresión alguna. Esa chica ya no era Gloria. Era una desconocida que hacía las cosas por pura costumbre.